Lengua Materna

LENGUA MATERNA, NUESTRA IDENTIDAD CÓSMICA
Nuestra esencia genera nuestra apariencia
Tlacatzin Stivalet Corral
Publicado originalmente el jueves 19 de octubre de 2006

La locución “LENGUA MATERNA” es empleada desde hace más de veinte años, principalmente entre quienes están involucrados en asuntos culturales internacionales, como los que laboran en la UNESCO, con el significado implícito de ‘lengua que se aprende en el seno familiar y que constituye el primer núcleo de identidad cultural’, con este mismo significado también se emplea la locución “lengua nativa”. Es más, el 21 de febrero de cada año se festeja como Día Internacional de la Lengua Materna.

En cambio, “LENGUA VEHICULAR”, también identificada como “lengua franca”, viene a ser una ‘lengua que se aprende fuera del seno familiar y que se utiliza para la intercomunicación con personas que poseen una lengua materna diferente a la propia’. La primera gran diferencia entre ambas es que los seres humanos utilizamos nuestra “lengua materna” por convicción y usamos alguna “lengua vehicular” siempre por conveniencia, esto independientemente de cualquier otra consideración.

En el presente hay entre cinco mil y veinte mil “lenguas maternas”, probablemente unas 7,000. El número de hablantes, considerando sólo a los “hablantes nativos”, es así: el Chino mandarín es hablado por 900 millones, el Hindi por 400, el Español por 344, el Inglés por 343, el Árabe por 234, el Bengalí por 206, el Portugués por 181, el Ruso por 127, el Punjabi por 105, el Alemán por 94, Chino Wu 82, por no alargar mucho esta lista. Sólo 10 lenguas son habladas por el 50 por ciento de los humanos.

Si se suman tanto la “lengua materna” cuanto la “lengua vehicular”, el panorama cambia un poco. Sigue en primer lugar el Chino mandarín, con 915 millones de hablantes, el inglés sube al segundo lugar, con 722, el Hindi con 661, el Español con 365, Árabe con 240, el Bengalí con 206, el Portugués con 192, el Ruso con 165, el Francés con 129 [como “lengua materna” sólo son 70 millones], el Japonés con 127 millones en total. En estas cifras existe mucha información implícita.

El caso más notable es el del Inglés, que es hablado como “lengua nativa” por 343 millones de seres humanos y como “lengua franca” por 379 millones de humanos. No obstante, el Chino mandarín continúa siendo, por mucho, la lengua más hablada en el planeta Tierra. Indudablemente, la “revolución industrial” surgida en Inglaterra hace 250 años tuvo mucho que ver con el apogeo del Inglés, dicho de otra manera, la fuerza del capitalismo ha hecho del Inglés su “lengua vehicular” en los últimos 250 años.

La declinación del capitalismo es cada vez más tema de debate entre los estudiosos. En donde se afirma que es más notoria esta declinación es precisamente en el corazón del capitalismo: The United States of America ‘los estados unidos de América’. Cabe recordar que el catolicismo empezó a declinar hace unos 500 años, quitándole al Latín su papel de ser la “lengua franca” hasta entonces. Así, ya se puede prever que al Inglés le ocurrirá otro tanto. Pregunta: ¿cuál será la “lengua franca” del futuro?

Quizás sea conveniente esclarecer primero ¿por qué desaparece una lengua? Según algunos estudiosos, de las 7,000 lenguas hoy habladas, alrededor del 90 por ciento dejarán de existir a lo largo de los siguientes 100 años. Esto, considerando que numerosas lenguas del pasado ya han desaparecido en el curso de la historia. Lo que es innegable es que una lengua no puede sobrevivir de manera artificial, sino como resultado de la decisión de sus hablantes.

Lo primero que emerge es la pregunta: ¿cuáles son los parámetros para decidir si uno conserva su propia “lengua materna” o si opta por una “lengua vehicular”? Este asunto candente resulta de prioridad nacional para los actuales mexicanos, ya que hace 500 años, en el apogeo de la iglesia imperial de Roma, los españoles impusieron su propia “lengua nativa” en el territorio nacional de Anáhuac, convirtiéndola de hecho en la “lengua vehicular” obligatoria en todo nuestro territorio nacional.

Se desconoce el número de “lenguas maternas” que se hablaban en Anáhuac antes de la invasión católica de hace 500 años, lo que sí se sabe es que en el presente sobreviven sólo unas 62 “lenguas nativas” de Anáhuac. La imposición del castellano como la única “lengua vehicular” en Anáhuac fue para que los antiguos anahuacas aceptaran como propia la religión católica. Hay que decir que aparentemente los invasores sí lograron su propósito.

Lo que para los anahuacas nativos de hace 500 años era una “lengua vehicular” extranjera, poco a poco, a lo largo de todo este tiempo se ha ido convirtiendo en “lengua materna”, aunque es justo reconocer que el castellano no puede ser considerado como una “lengua nativa” de Anáhuac, como dice el apotegma del cuero indígena: “aún duele más el cuero que la camisa”. El castellano no es otra cosa que una simple camisa; en honor a la verdad, habría que decir que sí es una camisa, pero de fuerza.

habla2Como parte de la diversidad cultural inherente al ser humano, las “lenguas nativas” de Anáhuac se gestaron durante los mismos 35,000 años en que se gestaron las demás lenguas de nuestro planeta. Lo que ha sido señalado por diversos estudiosos es que la diversidad cultural de nuestro continente posee una gran cohesión en cuanto a “cosmopercepción”, las diferentes lenguas de nuestra patria comparten esta misma “identidad cósmica” desde siempre: desde hace 40,000 años.

Nuestra “identidad cósmica” se manifiesta como cinco instintos esenciales: nuestro instinto de espacio, nuestro instinto de tiempo, nuestro instinto de pervivencia, nuestro instinto de placer y nuestro instinto de armonía. Los nombres de estos cinco instintos varían de acuerdo a cada lengua, no obstante, el significado esencial es el mismo en todas nuestras lenguas. Esto hace que los amoxtli ‘libro’ escritos por hablantes de una “lengua nativa” puedan ser leídos por hablantes de nuestras demás “lenguas nativas”.

Nuestra “identidad cósmica” se manifiesta en nuestro “vivir cósmico” original: en nuestro vivir social nativo, en nuestro vivir político nativo, en nuestro vivir económico nativo, en nuestro vivir familiar nativo y en nuestro vivir educativo nativo. Todo esto ha sido hecho a un lado a favor del vivir católico impuesto por la fuerza hace 500 años. La pregunta es: ¿esta situación ya será permanente o será una etapa más de nuestro vivir autóctono milenario?

Si tomamos en cuenta nuestro caótico vivir nacional, podemos observar una serie de signos de desgaste, más bien signos de agotamiento del vivir español impuesto a nuestros antepasados por los invasores, cuya “lengua nativa” era el castellano, la lengua de Hernán Cortés, quien fue el que implantó en Anáhuac, al llamarla Nueva España, el vivir ajeno que actualmente llamamos mexicano: la religión, las leyes, la monarquía, la economía de explotación, el matrimonio religioso y la enseñanza memorística.

Dicho de otra manera, nuestra “cultura autóctona” milenaria fue negada para permitir que en nuestro territorio nacional, cuyo nombre legítimo es Anáhuac, se asentara una “cultura espuria” venida del oriente: la cultura indoeuropea nacida en el territorio de España. La fuerza coercitiva que implantó aquí dicha “realidad espuria” fue la de la, en aquel entonces, poderosa iglesia imperial de Roma, la misma que actualmente recibe todo tipo de ataques, sobre todo por la pederastia de sus “sacerdotes”.

En los recientes 100 años, la situación política internacional ha empezado a generar organismos de defensa de los pueblos sometidos por los europeos. Aunque la prepotencia de los europeos y de sus ex colonias aún mantienen el predominio en las decisiones importantes, se ha empezado a abrir un camino hacia el reconocimiento de la pluralidad lingüística y cultural. Es importante tener presente que hace ya 50 años fue creado el organismo cultural llamado UNESCO, que establece políticas culturales.

De acuerdo a la Conferencia Mundial sobre las Políticas Culturales, organizada por la UNESCO, que se realizó en México en 1982, “la cultura debe ser considerada como el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”.

Entre el 6 y el 9 de junio de 1996, en Barcelona, España, se reunieron instituciones y organizaciones no gubernamentales que signaron la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos. Allí se establece que una “comunidad lingüística” es: “toda sociedad humana que, asentada históricamente en un espacio territorial determinado, reconocido o no, se autoidentifica como pueblo y ha desarrollado una lengua como medio de comunicación natural y cohesión cultural entre sus miembros.”.

Antes de continuar con las “buenas intenciones” actuales de los pueblos representantes de las 7,000 lenguas vivas del presente, conviene hacer un recuento del origen de las lenguas, ya que lo que caracteriza a los humanos del presente es “el habla”. Es más, muchos seres humanos utilizan “el habla” propia como una manera de imponerse a los demás. Este es el caso en nuestro territorio patrio desde la invasión española de hace 500 años. Por ello, conviene hacer memoria de cómo se originó “el habla”.

Aunque el ser humano apareció sobre la superficie de nuestro planeta hace unos dos y medio millones de años, nuestro sistema fonador no completó su configuración definitiva sino hasta hace unos 40,000 años, dicho de otra manera, los primeros seres humanos, los Homo habilis ‘hombre hábil’, no se comunicaban con un “lenguaje articulado”, ‘lenguaje concatenado’, posiblemente se hacían señas o gruñían. Así, “el habla” resulta ser un refinamiento reciente en la muy larga evolución del ser humano.

Es muy intrigante saber cómo fue el proceso de generación de parte del “equipo fonador” de los seres humanos: la faringe, la laringe [glotis y membranas o pliegues vocales], el paladar cóncavo y las áreas de Broca y de Wernicke en el cerebro. El resto del “equipo fonador” ya formaba parte de nuestro cuerpo: los pulmones, la traquea, la lengua, la nariz, los dientes, los labios. Descubrir cómo ocurrió este proceso nos llevará a comprender mejor cómo opera la evolución de lo vivo.

Resulta sugerente en alto grado saber cómo fue que apareció en nosotros un cambio tan pequeño pero tan importante para nuestra evolución; en efecto, “el habla” es lo único que verdaderamente nos diferencia del resto de los animales. Lo que resulta más sorprendente son los cambios dentro de nuestro cerebro, la generación de un área para el manejo muscular del “equipo fonador”, el área de Broca, y de un área para generar aquello que diremos, el área de Wernicke.

Cabe preguntarnos: ¿cuál fue la razón de ser de este cambio fundamental en los animales mamíferos? Para responder, hay que tener presente el “principio operativo” del ADN, cuyo nombre en lengua nahua es Moyocoyani ‘quien se ofrece a sí mismo para hacer algo’. Dicho “principio operativo” es conocido como el “APOTEGMA DEL DESEO”, que a la letra dice “desea volar y te saldrán alas”, aunque en este caso habría que expresarlo de otra manera: “desea hablar y tendrás equipo fonador”.

Este “deseo de hablar”, hay que tenerlo presente, se mantuvo en el corazón de los seres humanos casi dos y medio millones de años antes de hacerse real. Durante todo este tiempo los seres humanos eran una especie nueva, con muy pocos ejemplares. Esta escasez de seres humanos hace pensar que mostraban una gran indefensión ante especies animales carnívoras. De haber sido así, lo cual resulta lógico, los humanos deseaban comunicarse con sus semejantes con la intención de protección mutua.

En el caso de los más débiles, los pequeños, la intención debe haber sido de solicitud de ayuda para evitar ser convertido en alimento de algún animal carnívoro. Los más fuertes, al contrario, para proteger a los más débiles. Esto plantea que “el habla” surgió para comunicar a otros lo que uno percibe, lo que uno siente. Se puede afirmar que “el habla” surgió como una poderosa necesidad de “solidaridad humana”, “de protección mutua”, generado por nuestro instinto de pervivencia.

habla

Ahora bien, utilizar el “equipo fonador” para generar el “habla humana”, tiene que haber iniciado hace unos 40,000 años. Se puede afirmar que este proceso de generación se completó cuando apareció la escritura: hace unos 5,000 años. Como se sabe, la escritura se generó de manera independiente en cuatro áreas de nuestro planeta: Egipto, Sumeria, China y Anáhuac. Al parecer, también hubo un quinto intento, aunque fallido, el cual ocurrió en el río Indo, en Moenjo-Dâro y en Harapah.

A lo largo de 35,000 años se fueron generando las palabras necesarias para el vivir social, originadas por nuestra percepción ética, para el vivir político, originadas por nuestra percepción colectiva, para el vivir económico, originadas por nuestra percepción vocacional, para el vivir familiar, originadas por nuestra percepción nupciálica y para el vivir educativo, originadas según nuestra percepción armonizante. O sea, la esencia de una lengua es la “cosmopercepción” del pueblo que la genera.

Aunque los diccionarios castellanos hablan de [COSMOVISIÓN], siempre resulta más propio llamar “COSMOPERCEPCIÓN” al ‘modo de concebir e interpretar el universo’. La [COSMOVISIÓN] se refiere sólo al espacio, que percibimos con la vista, que procesamos con el hemisferio derecho del córtex cerebral. En cambio, la “cosmopercepción” incluye también lo que procesamos con el hemisferio izquierdo del córtex cerebral, o sea, lo que se manifiesta en el tiempo, que percibimos con el oído.

Los egipcios y los sumerios compartieron la “cosmopercepción” indoeuropea, misma que divide todo lo que existe en dos entidades: el [ESPÍRITU] y la [MATERIA]. El espíritu es invisible, la materia es todo lo visible. El espíritu es bueno, la materia es mala. El espíritu es superior, la materia es inferior. El espíritu es masculino, la materia es femenina. Al momento de nacer, cada ser humano adquiere un cuerpo material, por lo cual se vuelve “inferior”, se hace “malo”, es decir, nacemos ya “pecadores”.

Con mucho, esta “cosmopercepción” explica muchas de las calamidades de nuestra patria, entre otras, el asesinato de cuatro mujeres cada día, ya que las mujeres “tienen” un doble estigma desde que nacen: ser “inferiores” y ser “femeninas”. Quienes se dicen católicos y quienes se dicen budistas comparten esta autopercepción degradada, los budistas afirman que nacemos con Karma negativo, los católicos que nacemos con la culpa del pecado original.

¿Cómo fue que llegó a nuestra patria esta “cosmopercepción” indoeuropea? Es fácil de descubrir: a través de los griegos y de los cristianos. En efecto, quienes fundieron en una ambas “cosmopercepciones”, la egipcia y la sumeria, fueron dos personajes históricos: el egipcio Moisés y el griego Pitágoras. Hace 3,250 años, el príncipe egipcio espurio llamado Moisés escribió la Torah ‘ley’: libro sagrado de los hebreos ahora llamado Antiguo Testamento por los cristianos de todas las denominaciones.

Por otro lado, Pitágoras, originario de la isla griega de Samos, se “inició” primeramente en los misterios de Egipto y posteriormente en los de Babilonia, para después fundar su propio “centro iniciático” en Crotona, en el sur de Italia, en aquel entonces llamado Magna Grecia. Pitágoras vivió hace unos 2,500 años, al inicio del florecimiento de los griegos. Hace 2,000 años, ambas “cosmopercepciones” se integraron en lo que se llama cristianismo, mismo que llegó a Anáhuac hace 500 años.

¿Cómo fue que la “cosmopercepción” de los egipcios y de los sumerios se convirtió en un problema tan grave para nosotros, los actuales mexicanos? También es fácil de descubrir: al imponerse el castellano como la única lengua oficial. Así fue como dicha “lengua vehicular” se utilizó como mecanismo de formación de las nuevas generaciones. Cada nueva generación de mexicanos que tiene como “lengua materna” al castellano hereda la “cosmopercepción” de los egipcios y de los sumerios.

cosmopercborgiaA pesar de lo desesperado de nuestra presente situación, nuestra “cosmopercepción” original se mantiene intacta. La explicación es que, la víspera de la entrega de Tenochtitlan-Mexihco ‘entre tuna de piedra, lugar de los mexis’, el Huei Tlahtohuani Cuauhtémoc lanzó a los tenochcas un inflamado mensaje que culmina con un mandato: ¡ca totlahcuiloliztzin ihuan totlamatiliztzin ma mopixquili! ‘asegurarse de que nuestra sagrada escritura y nuestra amada cosmopercepción sean cosechadas’.

Así, para cosechar nuestra “cosmopercepción”, la que se encuentra en la escritura nahua, resulta muy útil, más bien imprescindible, adentrarse en la lengua nahua inherente. Esto implica que para restaurar nuestra “cosmoercepción” propia, la que heredamos de los anahuacas del Quinto Sol, específicamente de los tenochcas, cada uno de los actuales mexicanos tiene que asumir, por decisión personal, la responsabilidad de leer nuestra escritura propia: para descubrir nuestra “cosmopercepción”.

La pieza clave de nuestra “cosmopercepción” es la Huei Cuauhxiccalli iixiptla ‘gran jícara del águila, su representante’, que es una piedra circular de cerca de 25 toneladas de peso y 3.57 metros de diámetro, misma que actualmente ocupa el lugar de honor en la Sala Mexica del Museo de Antropología e Historia del Bosque de Chapultepec. Todos los amoxtli ‘libro’ escritos por los antiguos anahuacas contienen la misma “escritura sagrada” que sintetiza este grandioso monumento.

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